"Librar todas las cosas de la servidumbre de un fin. En las cosas encuentro yo esta seguridad bienaventurada; Que todas bailan con pies de azar".
Friederich Nietzsche

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Música y palabras








"...como si la sucia luz de la mañana rompiese el sello del silencio, como si tras la noche de poesía llegase el día de la prosa..." (Milan Kundera)

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Cuando la música evoca palabras que no han sido leídas y la poesía sugiere notas sobre un pentagrama invisible. Cuando las sensaciones se liberan de sus dueños para crear una sola emoción. Cuando el arte se convierte en magia. Cuando el arte se convierte en arte.

sábado, 12 de diciembre de 2009

71 Fragmentos de una cronología al azar (Michael Haneke, 1994)

Haneke como adjetivo, Haneke como definición. Haneke podría ser casi un concepto, del cual conviene conocer su esencia antes de contemplar su obra. Esta se aleja del retrato de la belleza, de su definición y hasta de su existencia, para mostrar la parte más cruda de la realidad humana. Quizás sea esa la más “real”.

Creo que una de las características más definitorias de su cine es la capacidad para exponer ante los ojos del espectador aquellos hechos y situaciones que nuestra memoria, inteligentemente selectiva, trata de borrar. Por eso su obra es frustrante e hiriente; se trata del reflejo de una realidad que deviene insoportable por momentos.

“71 fragmentos de una cronología al azar” es la segunda parte de su trilogía sobre la violencia en la sociedad actual (El Séptimo Continente i Benny’s Video), lo que vemos claramente reflejado en el manejo de una simbología que se repite durante las tres partes de la obra. Es el caso del tratamiento de la violencia en los medios de comunicación o el hastío creciente de todos y cada uno de los movimientos rutinarios de nuestra existencia. Efectivamente, se trata de pequeños fragmentos que van alternando situaciones y contextos diferentes, que llegan hasta un desenlace que ha sido avanzado al comienzo del film.

A diferencia de “El séptimo continente”, la historia pasa por las manos de varios personajes; la multiplicidad de sus historias permite observar como la enfermedad de la violencia afecta, aunque de maneras dispares, a cualquier miembro o grupo social. Entre los protagonistas hallamos a un deportista, ancianos, niños, padres adoptivos, estudiantes, matrimonios, etc. La clave de mostrar un escenario tan variopinto recae, pienso, en transmitir la sensación de cada uno de los protagonistas tiene motivos suficientes para llevar a cabo la masacre con la que nos encontramos al principio y final del film.

Como digo, Haneke ha decidido conceder a la simbología un papel relevante, tanto la que aparece en la película en cuestión como la que da verosimilitud a la saga. La indiferencia ante los dramas diarios que resaltan los informativos de TV, los planos al detalle de los movimientos acostumbrados e inertes, la cruz de papel, la furia ante los avances informáticos…Son detalles que personalizan el cine del director y que pasaran a formar parte de lo que, más adelante (no hay que olvidar que se trata de su segundo largometraje), definirá su sello.

La vida no tiene ningún sentido, pero nos vemos abocados a ella; Inconscientemente, llenamos nuestro tiempo con absurdidades que tiñen de lógica toda aquello que nos rodea, creando un orden totalmente frágil que sustenta a los individuos que comparten con nosotros la realidad. Creo que Haneke se empeña en mostrarnos precisamente esa fragilidad, esa vulnerabilidad del individuo ante los múltiples interrogantes que definen la existencia. Quizás es esta una de las razones por las cuales el cine del director Austríaco no deja indiferente. Es difícil permanecer insensible ante la exposición de las propias miserias.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Percibir, parecer y padecer

Las personas tenemos 5 sentidos que nos unen y nos mantienen comunicados con el exterior, con la realidad. Inconscientemente, estamos ligados a sus funciones básicas y, casi sin quererlo, oímos, vemos, tocamos, etc. Esta falta de control sobre nuestras propias capacidades puede llegar a convertirse en una curiosa frustración que intentaré explicar.
Como he dicho, estamos inevitablemente conectados a lo que nos rodea. Quizás el único sentido sobre el que tenemos un mayor control para aislarnos del mundo es la vista; un simple movimiento de párpados es suficiente para transformar la realidad visual en un apacible y oscuro infinito de sombras. Lamentablemente, no ocurre lo mismo con la audición, y los aeropuertos, lugar donde trascurre esta historia, son un territorio hostil para el oído. En él se mueven como peces en el agua cientos de sujetos reconocibles a primera vista; suelen complementar su figura con trajes, maletines, bolígrafos, gafas, periódicos, gomina, anillos de compromiso y casi imperceptibles cortes faciales (son víctimas de la ecuación “tiempo escaso + apurado perfecto”). Esta escena es ya de por sí dantesca, pero es suficiente con cerrar los párpados o cambiar el objeto del campo visual para evitar la imagen.
Sin embargo, el problema se desplaza inmediatamente de la vista al oído. Estos sujetos sufren repentinos ataques de comunicatividad, de expresión. Sienten una necesidad imperiosa de “decir”. No me estoy refiriendo a “hablar” ni “conversar”, sino simple y llanamente, “decir”. Dicen números, inversiones y ventas. Dicen subidas y caídas, y dicen también ganancias. No se comunican, ya que no hay receptor (y si lo hay, no escucha, sino espera su turno para también “decir”). Además, “dicen” con un volumen desproporcionado que nos obliga, a las personas del mismo avión, a recibir una severa cantidad de información de dudosa lógica.
Es en este momento cuando reflexiono sobre la imperfección humana, la conexión eterna entre interior y exterior. Sería genial abstraerse de las percepciones aunque sólo fuera para evitar oír sandeces. Ojalá tuviéramos, los humanos, un pequeño controlador de percepción de Hercios y así reducir nuestro campo de sensibilidad hasta encontrar el punto exacto en el que las ondas emitidas por nuestros protagonistas fueran imperceptibles. En fin, somos víctimas sensoriales.
He llegado a la conclusión de que “dicen” para parecer. Emiten sonidos que transforman en palabras, que a la vez devienen frases inconexas. Pero sólo para parecer. Este es un concepto importantísimo en nuestra vida; el verbo ser ha quedado obsoleto, su significado huele a rancio. Ahora se lleva el parecer, tiene más clase. Sobra decir que mientras ellos intentan parecer, yo padezco.
He pensado en comprar tapones para los oídos, pero corro el riesgo de quedarme dormido y no enterarme de que mi vuelo ha llegado a su destino. Me avergüenza la idea de despertarme con los amables zarandeos de una azafata. Podría parecer un tipo de persona que no soy.

martes, 1 de diciembre de 2009

Houellebecq

“Nací en Cambridge, y creo que sigo siendo muy inglés. La gente suele decir que los ingleses han desarrollado sus cualidades de sangre fría y de reserva, y también una manera de enfrentarse con humor a los acontecimientos de la vida, incluidos los más trágicos. Es bastante cierto, y una completa estupidez por su parte. El humor no nos salva; no sirve prácticamente para nada. Uno puede enfrentarse a los acontecimientos de la vida con humor durante años, a veces muchos años, y en algunos casos puede mantener una actividad humorística casi hasta el final; pero la vida siempre nos rompe el corazón. Por mucho valor, sangre fría y humor que uno acumule a lo largo de su vida, siempre acaba con el corazón destrozado. Y entonces ya sólo quedan la soledad, el frío y el silencio. A fin de cuentas, sólo queda la muerte.”

Las partículas elmentales, Michel Houellebecq

lunes, 30 de noviembre de 2009

CINE: La Ceremonia (Claude Chabrol, 1995)

Chabrol es el alumno aventajado. Es aquel que se sumerge en el mundo de sus maestros y sale de él con lo mejor de cada uno. Mira, observa, analiza y se expresa, siempre con una perspectiva propia que se convierte en sello de autor. En indiscutible sello de autor. Queda lejos la Nouvelle Vague, así como la imagen del joven pilar del movimento, la cual ha ido desdibujándose para tomar formas mucho más personales y definitorias de su arte. No es casualidad que una actriz de la talla de Isabelle Huppert acepte casi a ciegas los nuevos retos del director francés.
En “La Ceremonia” Chabrol ha sabido relatar con soltura una historia llena de intriga, culpa y perversión, con un argumento simple y eficaz, y unos personajes tremendamente sólidos. De hecho, el film está repleto de símbolos, gestos y actitudes que nos dejan intuir el pasado de cada uno de los personajes; esta es una de las características que convierten la película en una experiencia inquietante y emocionante a partes iguales.
La interpretación es clave. La forma de entender la historia y la evolución de los personajes depende en gran medida de la perspectiva que se le quiera dar, de lo que nosotros queramos ver. Chabrol deja espacio a la intuición, permite interpretar a los protagonistas; creo que es una manera de darle vida a uno de los sentidos del arte. ¿Que sería, sinó, el diálogo entre creador y receptor sin la subjetividad del último? ¿Habría definición posible de arte? Muy probablemente sí, pero se perderían los matices que hacen de la inspiración algo mágico.
Las dos protagonistas son prácticamente antagónicas. En esta relación conviven la introversión y la extroversión, la timidez y la arrogancia, y, por supuesto, la inseguridad y la valentía frente a los tiempos que se perdieron y los que estan por llegar. Lo que las une es la lucha por la vida, la voluntad de borrar el pasado y la aversión que sienten hacia la siempre soberbia e hipócrita clase alta.
Entre ellas no importa el analfabetismo, las formas, la eduación. Tampoco el pasado. Todos tenemos secretos, todos disponemos de un pequeño tesoro o de un sucio recuerdo que necesitamos esconder. Creo que Chabrol consigue transmitir estas ideas de manera acertada e inteligente, y crea un paralelismo interesante: en uno de los bandos, Sophie, la sirvienta misteriosa, desespera ante la posibilidad que salga a la luz su analfabetismo. En el otro bando, Georges, el personaje galán, magno y estoico, se vuelve insignificante cuando halla indicios de un posible delito que se interpone en la privacidad de su correspondencia.
Evidentemente, la película está rodeada de un aroma socio político, una lucha de clases claramente perceptible en la transformación de los dos personajes principales. La rabia que va germinando desemboca en un ejercicio de venganza que, de nuevo, representa un nuevo cambio, un nuevo pasado que dejar atrás, el inicio de un nuevo y enardecedor futuro.

Hoy empieza todo

"Librar todas las cosas de la servidumbre de un fin. En las cosas encuentro yo esta seguridad bienaventurada: Que todas bailan con pies de azar."

Friederich Nietzsche