"Librar todas las cosas de la servidumbre de un fin. En las cosas encuentro yo esta seguridad bienaventurada; Que todas bailan con pies de azar".
Friederich Nietzsche

miércoles, 24 de febrero de 2010

El más ruin y perverso

Tocaré para los sordos

y escribiré para los ciegos.

Recitaré mis versos

a aquellos que nunca sintieron.

Me atormentaré en la calma

y amaré en silencio,

castigaré mi alma

con mis propios pensamientos.


***

Soñaré solamente pesadillas,

y perderé, de nuevo, mi tiempo

construyendo relojes sin manecillas

y esparciendo súplicas en el viento.


Moriré con un nudo en la garganta,

y tan pobre como el que sólo tuvo dinero.

Que las lágrimas acaben en venganza

expresando el desprecio que genero.


***

Me torturaré durante noches enteras y días,

aunque ni la mitad sea de cuanto merezco.

Me arrastaré hasta que sangren mis rodillas

todo por olvidar que fui, sin quererlo,


el más ruin y perverso.

lunes, 15 de febrero de 2010

Cela

A veces pienso que escribir no es más que recopilar y ordenar y que los libros se están siempre escribiendo, a veces solos, incluso desde antes de empezar materialmente a escribirlos y aun después de ponerles su punto final. La cosecha de las sensaciones se tamiza en la criba de mil agujeros de la cabeza y cuando se siente madura y en sazón, se apunta en el papel y el libro nace. Lo que sucede es que el libro, después de nacer, sigue creciendo -armónico o desordenado-, y evolucionando: en la cabeza de su autor, en la imaginación o en el sentimiento de los lectores y, por descontado, en las páginas de sus ulteriores ediciones. Estos crecimientos no son de la misma substancia, bien es verdad, pero todos le hacen crecer. Un niño crece de de diferente manera que un cáncer, pero el cáncer -y eso es lo malo- también crece.

Camilo José Cela

martes, 2 de febrero de 2010

Pobre Ramón

Aquél día me dijeron que una persona a la que no conocía guardaría sus óvulos en mi nevera. Se trataba de la amiga de uno de mis compañeros de piso que, ante las discrepancias que aparecían cada vez que planteaba el tema de la donación a sus padres, decidió darles cobijo en nuestro aparato frigorífico.

Aunque el debate podría girar en torno a la decisión de la madre, a la moralidad de tal o cual acción, etc. creo que la verdadera cuestión es conocer que pasó realmente en el interior de la nevera. ¿Cómo aceptarían los habitantes de este gélido ecosistema la llegada de un espécimen tan extraño, tan dispar, tan exótico?

Se trataba de un caso paradigmático en la realidad de las bajas temperaturas: los habitantes de la nevera, que desde los siglos de los siglos (la concepción temporal que tienen los alimentos es proporcional a la duración de su ciclo vital) se habían visto obligados a sobrevivir bajo las leyes dictatoriales de las temperaturas, obligados a permanecer en aquella cárcel de hielo para contrarrestar los efectos del calor, veían la oportunidad de vengarse de su propio destino. Por primera vez era un ser humano (o un proto-humano, o un pre-humano, o una pieza fundamental para crear un humano, vaya) el que dependía de estas condiciones para esquivar la muerte. Y, amigos, los alimentos no difieren tanto, como se piensa, de las personas. Al menos pudieron constatarse ciertos comportamientos más relacionados con los actuales homo-sapiens-sapiens que con las hortalizas o las bebidas isotónicas. Las que gestionaron la aplicación de la justicia eterna a aquella nueva pre-criatura, fueron las cebollas. Como todo el mundo sabe, son el único alimento con la capacidad de herir los sentimientos humanos, por lo que fueron las encargadas de vapulear, en forma de bulling, a los nuevos intrusos.

Por suerte para Ramón, que así se llamaría el hijo de la amiga de mi compañero, sólo tuvo que relacionarse con mis alimentos unos cuantos días. La pre-vida no es fácil cuando ha de compartirse con vegetales, con latas de atún, cervezas y botes de mayonesa. Tampoco los filetes de cerdo son agradables, y mucho menos el queso tierno y los yogures. El pobre pre-Ramón tuvo que pagar por las rígidas y autoritarias leyes que durante años había impuesto el dios-hombre al mundo del sustento.

Actualmente, la familia de Ramón esta invirtiendo gran parte de sus ganancias en la investigación y el tratamiento de una extraña dolencia que ataca al aparto digestivo de su hijo. Tras varias pruebas y tras descartar la celiaquía, han llegado a una conclusión un tanto confusa (no se han hallado antecedentes en ningún familiar cercano): Ramón es alérgico a la cebolla.