(...) Supo desde entonces que las miradas son como una carga que te aplasta por el suelo, o como besos que te absorben la fuerza; que las arrugas que surcan el rostro han sido grabadas por el estilete de las miradas".
La Inmortalidad, Milan Kundera
Nunca dejé de hacer malabares con el tiempo,
y aún mirándolo con ojos amenazantes,
jamás conseguí que los instantes
fueran, uno tras otro, desapareciendo.
He lidiado tanto con el desasosiego,
en él me he visto tan envuelto,
que ni los guiños de un tal cupido
ni las palabras hartas de consuelo
hicieron que viera medio lleno
el vaso que siempre creí medio vacío.
***
La muerte es más aburrida de lo que esperaba;
su misticismo se ha convertido en decepción
y poco o nada tiene de esa esencia romántica
que siempre deambuló en mi imaginación.
. Quizás pensé que sería menos banal,
que debía revestirse de sensaciones mágicas.
Soñé que la pluma con la que escribía el final
matizaba, con colores, la escena más trágica.
***
Pero, amigos, nada más alejado de la realidad.
El final es tan triste como la vida misma,
como la obra que nunca supe interpretar
a pesar de haber sido su actor protagonista.
Estas deben ser mis últimas palabras
y una amarga pena me aflige el corazón;
No por lo irrecuperable de mi existencia,
más bien por no haberle hallado, a esta,
la más mínima explicación.
"Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan –no lo saben, lo terrible es que no lo saben- un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda todos los días para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj."